
En perfecta coherencia con la dinámica que los rige, los Kirchner designaron a Ricardo Echegaray como titular de la AFIP. La idea es poner "un duro y soldado de la causa" al frente del organismo recaudador de impuestos, tal como lo relata El Cronista Comercial en su edición de hoy.
Según también cuenta El Cronista, el mismo Echegaray habría dicho en la intimidad que él se entiende a sí mismo como un "Capitán de mar y guerra", dispuesto a servir donde la superioridad le indique.
Dejando de lado el análisis de la pertinencia y oportunidad de la medida, resulta chocante y llamativo el uso y abuso de términos beligerantes usados por esta administración (de consorcio) que nos gobierna. "Soldado", "lucha", "capitanes", "guerra", "poder de fuego" (haciendo referencia al Banco Central y sus reservas) son términos normales para estos gobernantes. La pregunta obvia entonces es: ¿Contra quién están librando esta guerra? Contra quién apuntan sus cañones? Cuál es el objetivo a derribar? A quiénes están dispuestos a matar? Por qué o quién estarían dispuestos a morir?
No surge de manera espontánea un ejemplo más trágico y lamentable para la humanidad en su conjunto que la guerra. Por estos momentos, Israel está atacando la franja de Gaza, y las imagines de la destrucción y la muerte son abrumadoras. La tecnología sirve para dar testimonio de las atrocidades que la guerra, cualquier guerra, signfica para la humanidad en su conjunto.
Una imagen sirve más que mil palabras, y los cuerpos y almas destrozados, de muertos y sobrevivientes deberían servir de suficiente incentivo para evitar -a como dé lugar- más guerras, más muerte, más destrucción. La violencia, en cualquiera de sus formas, no permite que haya "ganadores", porque las secuelas y heridas que quedan en los pueblos no se diluyen ni cicatrizan en una o dos generaciones.
No es irracional entonces ver que la calaña de esta gente no podría ser peor. ¿O hay algo peor que equiparar la función de gobierno de un estado democrático y republicano como el Estado Argentino con la más atroz de las desgracias que la humanidad puede experimentar, como lo es la guerra?
Son peligrosos porque su prédica de conflicto, confrontación permanente y su actitud de soberbia y superioridad que el poder por el poder en sí les infunde pueden derivar en una lamentable espiral de violencia por el simple contagio de estas actitudes e idiosincrasia a los individuos y gobernados. No es necesario experimentar un terrorismo de estado como el vivido en la última Dictadura, ni tampoco la violencia armada del terrorismo Montonero para estar en un estado de violencia permanente.
La falta de pacificación, de un estado de concordia dentro de las discrepancias, no puede traer sino actitudes de violencia a nivel individual. Se ve, se vive, en el tránsito, en el trato que recibimos los administrados por parte de los empleados públicos, en la absoluta impunidad con que los delincuentes comunes roban, matan y secuestran; en la pobreza e indigencia en la que -de manera premeditada- pretenden mantener a cada vez mayores franjas de la población.
No hay grupo ni organización, gubernamental o no gubernamental -con excepciones como Irán en los dichos y hechos, y Venezuela, en los hechos, ufanándose de ser el principal comprador de armamento bélico a Rusia- que abracen la causa de la guerra. En una elección histórica, el pueblo de los Estados Unidos eligió a quien representa la antítesis del estado de beligerancia obscena que el gobierno de Bush impuso a esa Nación. Ninguna persona de bien tiene preferencias por la violencia, en cualquiera de sus formas. Y los estadistas son aquellos que sobresalieron por sus gestiones a favor de la paz.
Es de temer y de repudiar abierta y expresamente esta metodología y estilo kirchenirista de hacer una exaltación a la guerra, cuando están al frente de un gobierno que debe ser democrático, y encontrar sus contrapesos en el sistema republicano de división de poderes. No en la eliminación del "enemigo".
Según también cuenta El Cronista, el mismo Echegaray habría dicho en la intimidad que él se entiende a sí mismo como un "Capitán de mar y guerra", dispuesto a servir donde la superioridad le indique.
Dejando de lado el análisis de la pertinencia y oportunidad de la medida, resulta chocante y llamativo el uso y abuso de términos beligerantes usados por esta administración (de consorcio) que nos gobierna. "Soldado", "lucha", "capitanes", "guerra", "poder de fuego" (haciendo referencia al Banco Central y sus reservas) son términos normales para estos gobernantes. La pregunta obvia entonces es: ¿Contra quién están librando esta guerra? Contra quién apuntan sus cañones? Cuál es el objetivo a derribar? A quiénes están dispuestos a matar? Por qué o quién estarían dispuestos a morir?
No surge de manera espontánea un ejemplo más trágico y lamentable para la humanidad en su conjunto que la guerra. Por estos momentos, Israel está atacando la franja de Gaza, y las imagines de la destrucción y la muerte son abrumadoras. La tecnología sirve para dar testimonio de las atrocidades que la guerra, cualquier guerra, signfica para la humanidad en su conjunto.
Una imagen sirve más que mil palabras, y los cuerpos y almas destrozados, de muertos y sobrevivientes deberían servir de suficiente incentivo para evitar -a como dé lugar- más guerras, más muerte, más destrucción. La violencia, en cualquiera de sus formas, no permite que haya "ganadores", porque las secuelas y heridas que quedan en los pueblos no se diluyen ni cicatrizan en una o dos generaciones.
No es irracional entonces ver que la calaña de esta gente no podría ser peor. ¿O hay algo peor que equiparar la función de gobierno de un estado democrático y republicano como el Estado Argentino con la más atroz de las desgracias que la humanidad puede experimentar, como lo es la guerra?
Son peligrosos porque su prédica de conflicto, confrontación permanente y su actitud de soberbia y superioridad que el poder por el poder en sí les infunde pueden derivar en una lamentable espiral de violencia por el simple contagio de estas actitudes e idiosincrasia a los individuos y gobernados. No es necesario experimentar un terrorismo de estado como el vivido en la última Dictadura, ni tampoco la violencia armada del terrorismo Montonero para estar en un estado de violencia permanente.
La falta de pacificación, de un estado de concordia dentro de las discrepancias, no puede traer sino actitudes de violencia a nivel individual. Se ve, se vive, en el tránsito, en el trato que recibimos los administrados por parte de los empleados públicos, en la absoluta impunidad con que los delincuentes comunes roban, matan y secuestran; en la pobreza e indigencia en la que -de manera premeditada- pretenden mantener a cada vez mayores franjas de la población.
No hay grupo ni organización, gubernamental o no gubernamental -con excepciones como Irán en los dichos y hechos, y Venezuela, en los hechos, ufanándose de ser el principal comprador de armamento bélico a Rusia- que abracen la causa de la guerra. En una elección histórica, el pueblo de los Estados Unidos eligió a quien representa la antítesis del estado de beligerancia obscena que el gobierno de Bush impuso a esa Nación. Ninguna persona de bien tiene preferencias por la violencia, en cualquiera de sus formas. Y los estadistas son aquellos que sobresalieron por sus gestiones a favor de la paz.
Es de temer y de repudiar abierta y expresamente esta metodología y estilo kirchenirista de hacer una exaltación a la guerra, cuando están al frente de un gobierno que debe ser democrático, y encontrar sus contrapesos en el sistema republicano de división de poderes. No en la eliminación del "enemigo".
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