
En la edición de hoy La Nación da cuenta de la reducción de impuestos que Angela Merkel va a decretar en Alemania: U$S 36.000 Millones entre el 2010 y el 2011. El objetivo es dejar de abstraer esa cantidad inmensa del dinero de los contribuyentes, e incentivar (mediante el recorte mismo) que se destine a inversiones productivas y consumo (que no son conceptos divorciados sino complementarios, ya que el consumo de unos puede ser la inversión de otros y viceversa, así que a cortarla con el verso de la izquierda que proteger al consumidor es desproteger al trabajador).
La medida seguramente será un éxito en Alemania, pero no sólo por la medida en sí, considerada aisladamente, sino por todo el contexto en el que se toma. Es decir, recortar impuestos en Alemania y pretender que esos fondos se inyecten en la economía no es una alucinación. Al fin y al cabo, los incentivos para hacerlo están presentes. Es una jurisdicción sólida, con altos niveles de seguridad jurídica y con un ambiente favorable a las inversiones y el comercio en general. La institucionalidad y su mantenimiento son temas superados, y los vaivenes de la política no importan cambios de 180º dependiendo de quien asuma el poder en un momento dado.
Pero, ¿qué sucedería en la Argentina si una medida así se propusiera? ¡Y ni piensen en pedirme la insanía por lo que me acabo de preguntar! (cualquier Juez la otorgaría). En primer lugar, un recorte de impuestos no garantizaría que los fondos se destinaran a inversiones de cualquier tipo, económicas o financieras, precisamente por lo opuesto a lo que sucede en Alemania: no hay seguridad jurídica. En consecuencia, no hay incentivos y sin incentivos la movilización espontánea de fuerzas es con seguridad imposible. La también imposibilidad de proyección, de análisis y de organización, o en otras palabras, la imposibilidad de tener mínimos de estabilidad garantizados hacen que cualquier plan de negocios resulte un cuento de ficción.
De más está decir que aún en presencia de esta circunstancia, cualquier decisión individual -aún aquella que decida la fuga de los capitales a jurisdicciones más saludables- es infinitamente mejor que la expoliación que representan los impuestos.
Por otro lado, la sola idea seguramente generaría la desesperación de políticos corruptos y clientelistas, que verían esfumarse "sus" recursos, y que quedarían desarmados ante la imposibilidad de hechar mano a la "Kaja" y, en consecuencia, inutilizados en sus funciones últimas: conseguir los votos imprescindibles para perpetuarse en el poder; aquellos de los indigentes y usuarios del sistema asistencialista. Todos encarnarían la célebre frase de Borges sobre su relación con la Ciudad de Buenos Aires, y con toda corrección podría decirse que cantarían al unísono "No nos une el amor, sino el espanto". Y pocas veces se encontraría una frase más acertada para reflejar una situación.
Como nota de tapa y en extenso La Nación de hoy relata con detalle la creación de un "estado paralelo" en la provincia de Jujuy (a los amigos extranjeros, una provincia muy pobre del Noroeste Argentino, lindante con Bolivia), cortesía de los fondos de la Kaja kirchnerista y por mérito de gestión de la dirigente "social" Milagro Sala.
Paradójicamente, dos mujeres que no se conocen entre sí, en las antípodas del pensamiento una de otra, ambas me motivaron a ratificar lo que tan enfáticamente creo: el estado ES PRESCINDIBLE. Y hasta Milagro misma lo reconoce: "Si el Estado fuera eficiente, nosotros no existiríamos" dijo en la nota de La Nación.
Mientras Angela representa la civilidad, el Estado de Derecho, la seguridad jurídica, la institucionalidad, Milagro nos presenta el rostro de la "latinoamericanidad", y encarna el clientelismo, el prebendarismo, la "cintura política" con suficiente y cabal entendimiento de que el estado de evolucion (¿involución, mejor?) en el que la sociedad Argentina se encuentra hacen imposible el éxito de cualquier movimiento sin apelar a la fuerza bruta y a la violencia. Eso Milagro lo entiende perfectamente porque sostiene su acuerdo con la barra brava del Club Gimnasia y Esgrima de Jujuy. Y -por lo que cuenta La Nación-haber sido ella misma artífice de la violencia por mano propia.
Pero con todo el rechazo que los métodos y políticas de Milagro nos provoca, es una realidad que con su emprendimiento (en el cabal sentido de la palabra) logró proveer bienes y servicios, encontró nichos de producción, satisfizo necesidades y llevó alivio a los sectores más sensibles, con mayores necesidades.
Ambas, Angela y Milagro demuestran que el estado es un intermediario carísimo, que presenta más costos que beneficios; que el orden espontáneo existe, es real y es efectivo. Al fin y al cabo, Milagro Sala ES el sector privado. Vio una necesidad y encontró el medio de suplirla. Efectivamente representa muy bien las particularidades de la idiosincrasia propia, la impronta del sector privado Argentino, que entiende como un "derecho divino" el derecho a la dádiva, al subsidio y a la prebenda. Pero más allá de lo reprochable de todo el esquema de Milagro Sala, es innegable que por la figura de la Asociación Civil y del cooperativismo la tipa encontró el camino.
La Nación, 25 de Octubre de 2009
"Masivo recorte fiscal en Alemania" http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1190335
"El increíble estado paralelo que levanta Milagro Sala" http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1190351
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