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La República... para todos y todas.





Llegó y se fue. El 7 de Diciembre, que pasará a la historia como el #7D,  tuvo otra significación institucional, completamente diferente a la que el régimen K pretendía. Ese día, con la actuación del Poder Judicial, las instituciones republicanas dijeron "presente", y el sueño gramsciano y totalitario de Cristina Fernández  quedó para otra ocasión. 

El día estuvo signado por un diluvio extraordinario, y por el incendio de un container lleno de productos químicos que causó una nube tóxica y estragos en la Ciudad de Buenos Aires.


Lo llamativo de este último caso fueron las teorías conspirativas en contra del gobierno, al que se lo cree absolutamente capaz de cualquier cosa con tal de lograr su cometido de imponerse a la razón, a la institucionalidad, a la mesura, a la limitación... a cómo de lugar.


De ese hecho (las teorías conspirativas) me llama mucho la atención que sea de uso y costumbre admitir la posibilidad de que el régimen kirchnerista no tenga prurito alguno al momento de utilizar a los seres humanos que se vean afectados como medios para alcanzar sus fines. O, en realidad, debería decir su fin (último): la perpetuación en el poder.


El diluvio también me motivó a defender a Mauricio Macri en las redes sociales, a pesar de mi manifiesta antipatía al pan-peronismo que, me parece, es el PRO, y un poco menos de antipatía a su gestión. Viví en carne propia la experiencia de caminar con el agua a la cintura por el colegio de mi hijo para ir a retirarlo. Y eso que el colegio está en Pablo Nogués! Bien lejos de la CABA.


El post-7D tendría que resultarnos muy preocupante. Está mostrando que es completamente inviable esperar que este gobierno admita sus equivocaciones, sus errores de cálculo, y se reconozca falaz, errado, desacertado. Eso no es admisible en un régimen en el que la figura de los líderes (mesiánicos?) se ensalzan y deifican hasta los límites del acabado más perfecto. Especialmente cuando uno de ellos cuenta con la pátina de mártir de la causa, otorgada por una mucho menos épica muerte natural. 


Así, el gobierno se ratifica en su posición autoritaria y fascista, en la que sin lugar para contramarchas, aumenta la apuesta y refuerza su propio error: ataca al Poder Judicial; y se desnuda más todavía frente a los ojos de quienes, atónitos, vemos el lento devenir de una autocracia nacida como democracia. La esperanza radica en creer que Cristina y su caterva no tienen la entidad, la cintura política y el poder real de lograr recuperarse de rotundos fracasos como sí lo hizo Neshtor, después del voto no positivo de Cobos y las elecciones parlamentarias de 2009. Más tarde o más temprano, la realidad los va a sopapear como se merecen. 


El rosario de afrentas a la Constitución Nacional y a todo el sistema republicano al que ya nos tienen acostumbrados hace que éste último, el ataque al Poder Judicial, sea uno más de tantos y pase hasta desapercibido. Pero creo que es un ataque muy grave, muy frontal; una estocada a milímetros del corazón de la República sobre el que debemos estar muy atentos. 


Si hay algo que les admiro (a éstos y a todos los pero-populistas, en realidad), es su capacidad de leer el entramado del tejido social argentino. Saben, positivamente, que la gente en general no está alerta ni pendiente a cuestiones etéreas y propias de intelectuales, profesores, pensadores que -de vez en cuando- pueden escuchar en TV (nunca leer). Y todo el asunto de la República y su importancia no se presenta como algo concreto y tangible en el día a día, tal como sí lo hace la imposibilidad de comprar dólares, o estar expuestos a morir como moscas en un hecho de violencia e inseguridad. 


De ahí que sea un deber cívico de quienes sí lo entendemos expandir el mensaje y transmitir la preocupación.


Desde 1983 en adelante, la democracia tiene un efecto mágico, transformador, limpiador de culpas y tragedias que se instauró en el imaginario social como causa fuente y causa fin de bienestar. Alfonsín fue un importante artífice al decir que "con la democracia se come, se cura y se educa", faltando ferozmente a la verdad, ya que en la dictadura también la gente comía, se curaba y se educaba. Aún en Cuba, la gente encuentra grietas por donde fugarse de la pesadilla del sistema comunista de cupos y raciones, y come, se cura y hasta hay algunos que se educan. 


Obviamente que decir "con la República se come, se cura y se educa" es otra cosa. Mientras que la democracia imponía una acción directa del electorado (ir a votar) -ansioso por entonces de participar en la vida pública de la Nación- con la República, en realidad se demandaba un peldaño explicativo previo: "miré, señor elector, Ud. va a ir a votar, pero -en realidad- el mayor o menor bienestar suyo y general viene de la mano de la división de poderes, el ejercicio del poder limitado y la independencia del poder judicial". No... muy largo. Mejor vayamos con "la democracia se come, se cura, se educa"... Sí.


En consecuencia, a lo largo de los últimos casi 30 años, la democracia, un método, un mecanismo de acceso al poder, opacó y birló por completo a la verdadera Majestad institucional, la República. Mientras que hubiera democracia, todo lo demás (antes y después) estaba "bien". Así, estuvo bien el Plan Austral, el Plan Primavera, la Convertibilidad, la devaluación, el "desendeudamiento", las cajas P.A.N., los planes "descansar", los planes Bonex... 


Pero, cómo? Cómo hacer que un concepto que parece tan lejano a la vida cotidiana de los ciudadanos (la importancia de la REPÚBLICA, más que de la democracia) compita con el eslogan lindo, motivante, simple y muy difícil de oponerse sin caer en un abismo de incorrección política, tal como el de Alfonsín y la democracia. 


Para colmo de males, el Poder Judicial, en su conjunto, no tiene un alto grado de aceptación y afecto por parte de la sociedad, lo que se debe mayormente a la exposición pública de pigmeos éticos como Oyarbide y otros tantos jueces garantistas que liberan delincuentes en mérito a tecnicismos legales inmorales. 


Entonces, cómo? Cómo lograrlo? Yo creo que el "boca a boca" sirve. No perder oportunidad alguna para hablar con cualquier persona sobre algún tema de importancia para ella, y mostrarle cómo el sistema republicano (su respeto o su violación) impacta directamente en esa situación. 


Por ejemplo, cuando recién habían ordenado el cepo cambiario, en un asado compartido con los albañiles que estaban haciendo unos arreglos en mi casa, uno de ellos se quejó de que tuvo que vender dólares al precio oficial porque tenía que pagar algunas cosas para el cumpleaños de 15 de la hija. Lo lamentó mucho porque no podía ir al centro, o averiguar dónde habría una "cueva" para vender sus dólares al precio del dólar paralelo. Esa fue una excelente oportunidad para conversar, sobre la importancia de no permitir que uno sólo de los poderes, en este caso el Ejecutivo, dispusiera unilateralmente de la vida, la libertad y la propiedad de las personas. 


La conversación se extendió bastante, pero básicamente todos los que estábamos reunidos tuvimos, como tema en común, a la importancia de la REPÚBLICA como sistema en el que mejor podemos lograr nuestros objetivos, desarrollarnos como individuos y ejercer el derecho humano fundamental a perseguir la felicidad. 

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