Desde que tuve a mi hijo, veo las cosas desde un lugar muy diferente del que las veía antes.
Ahora pienso en cada situación no ya como si yo fuera la protagonista, cosa que hacía antes, sino qué respuesta le daría yo a esa circunstancia pero siendo "la madre de Guido".
Cuando Lousteau asumió, la primera persona en la que pensé fue en su madre. Pero no en el insulto común, sino en el rol que como tal le tendría que haber tocado asesorando y sugierendo a su joven hijo. Independientemente que el hijo en cuestión escuche y siga las sugerencias o no.
Pensé que de haber sido mi hijo, lo hubiera tratdo de convencer, por todos los medios a mi alcance!!!, de no cometer la estupidez mas grande de su vida, y tal vez lo hubiera tentado con un viaje, unas vacaciones largas, un curso o un postgrado en Columbia, Harvard, London School of Economics... Cualquier cosa con tal de alejarlo de esa idiota idea de dejarse deslumbrar por los flashes y copetes de diario "el ministro de economía más joven de la historia".
Si hubiera sido mi hijo, hubiera tratado con todas mis fuerzas que me escuchara. Que se diera cuenta que sólo eran cantos de sirena. Que se trataba de una imposibilidad material el hecho de ejercer de ministro de economía, de ser un "Ministro de Economía" en funciones, teniendo al verdadero digitador apostado a apenas unos metros del ministerio, en su oficina de Puerto Madero.
Lo hubiera tratado de convercer de que aceptar significaba emparedarse a sí mismo en un muro imposible de ser derribado. O peor aún, significaría servir de fusible indigno, descartable apenas eyaculada la necesidad que -en la perversa lógica que los gobierna- así lo justificara. Hubiera tratado, con todas mis fuerzas, de evitarle a mi hijo tan amado el destino de cortesano caído en desgracia.
Peor aún resultó la realidad, porque Lousteau no sólo salió del Gobierno con el mote de "prescindible" que el mismo cargo impone, sino que -como era lógico y previsible- a su partida se le agrega la responsabilidad de haber ocasionado una de las peores crisis sociales como es la que vivimos hoy en día con el campo. Porque si bien ninguno de nosotros podría creer, seriamente que fue Lousteau quien realmente "impuso" las retenciones moviles, esa atribución es por demás funcional a la mujer de Kirchner, quien deslinda su (i)rresponsabilidad en Lousteau, quien -a su vez- se va con la etiqueta que le va a imponer la historia de los simplistas: "el ministro de economía más joven de la historia, creador de las retenciones móviles".
Cuánto dicen de los seres humanos sus acciones!! Me resulta imposible no pensar en el, ahora, pobre Lousteau como un individuo de flaca entereza, fácilmente deslumbrable por los flashes, y capaz de hipotecar el que podría haber sido brillante futuro, por unos minutos de fama, algunas fotos con personajes que sí están haciendo historia, y el tratamiento VIP que, con seguridad habrá recibido.
En su favor podemos decir que los argentinos tienen muy poca memoria. Y seguramente el tiempo va a hacer que Lousteau no sea estigmatizado por haber sido intelectualmente deshonesto. Seguramente este paso de cuatro meses por el Ministerio de Economía va a ser tratado como "un desliz de juventud".
Ahora pienso en cada situación no ya como si yo fuera la protagonista, cosa que hacía antes, sino qué respuesta le daría yo a esa circunstancia pero siendo "la madre de Guido".
Cuando Lousteau asumió, la primera persona en la que pensé fue en su madre. Pero no en el insulto común, sino en el rol que como tal le tendría que haber tocado asesorando y sugierendo a su joven hijo. Independientemente que el hijo en cuestión escuche y siga las sugerencias o no.
Pensé que de haber sido mi hijo, lo hubiera tratdo de convencer, por todos los medios a mi alcance!!!, de no cometer la estupidez mas grande de su vida, y tal vez lo hubiera tentado con un viaje, unas vacaciones largas, un curso o un postgrado en Columbia, Harvard, London School of Economics... Cualquier cosa con tal de alejarlo de esa idiota idea de dejarse deslumbrar por los flashes y copetes de diario "el ministro de economía más joven de la historia".
Si hubiera sido mi hijo, hubiera tratado con todas mis fuerzas que me escuchara. Que se diera cuenta que sólo eran cantos de sirena. Que se trataba de una imposibilidad material el hecho de ejercer de ministro de economía, de ser un "Ministro de Economía" en funciones, teniendo al verdadero digitador apostado a apenas unos metros del ministerio, en su oficina de Puerto Madero.
Lo hubiera tratado de convercer de que aceptar significaba emparedarse a sí mismo en un muro imposible de ser derribado. O peor aún, significaría servir de fusible indigno, descartable apenas eyaculada la necesidad que -en la perversa lógica que los gobierna- así lo justificara. Hubiera tratado, con todas mis fuerzas, de evitarle a mi hijo tan amado el destino de cortesano caído en desgracia.
Peor aún resultó la realidad, porque Lousteau no sólo salió del Gobierno con el mote de "prescindible" que el mismo cargo impone, sino que -como era lógico y previsible- a su partida se le agrega la responsabilidad de haber ocasionado una de las peores crisis sociales como es la que vivimos hoy en día con el campo. Porque si bien ninguno de nosotros podría creer, seriamente que fue Lousteau quien realmente "impuso" las retenciones moviles, esa atribución es por demás funcional a la mujer de Kirchner, quien deslinda su (i)rresponsabilidad en Lousteau, quien -a su vez- se va con la etiqueta que le va a imponer la historia de los simplistas: "el ministro de economía más joven de la historia, creador de las retenciones móviles".
Cuánto dicen de los seres humanos sus acciones!! Me resulta imposible no pensar en el, ahora, pobre Lousteau como un individuo de flaca entereza, fácilmente deslumbrable por los flashes, y capaz de hipotecar el que podría haber sido brillante futuro, por unos minutos de fama, algunas fotos con personajes que sí están haciendo historia, y el tratamiento VIP que, con seguridad habrá recibido.
En su favor podemos decir que los argentinos tienen muy poca memoria. Y seguramente el tiempo va a hacer que Lousteau no sea estigmatizado por haber sido intelectualmente deshonesto. Seguramente este paso de cuatro meses por el Ministerio de Economía va a ser tratado como "un desliz de juventud".
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